No. 24, julio de 2012. Edición especial

Izquierda y acción política en Colombia

A manera de presentación

La cadena de episodios que dio al traste con la proyectada reforma a la justicia por parte del gobierno de Santos puso una vez más en evidencia el carácter estructural de la crisis del Estado colombiano y, en especial, de sus rasgos criminales, mafiosos y corruptos. Y no precisamente porque se hubieren presentado diferencias de fondo entre los propósitos gubernamentales y los perseguidos por los sectores mayoritarios del Congreso. Debe recordarse que el corpus de la reforma había sido el resultado de los acuerdos entre las diferentes facciones que conforman el gobierno de la Unidad Nacional. Los agregados de última hora, práctica consuetudinaria en el Congreso, servirían de disculpa para salirle al paso a lo que había sido el propio engendro del gobierno nacional. En el desenlace de estos vergonzosos hechos, las reiteradas denuncias de sectores progresistas y de izquierda, de algunas organizaciones no gubernamentales, de intelectuales y productores de opinión y, en general, de organizaciones del campo popular jugaron un papel central. La reforma cayó, en realidad, gracias a la amplia movilización social. Fue debido a ese accionar colectivo que el presidente Santos se vio obligado a última hora a aparecer como adalid de la pulcritud y víctima de un engaño. Lo que seguiría sería la farsa y la comparsa: el entierro de la reforma. Aún está por verse qué tan exitosa pudo haber sido esta masiva operación mediática de lavado de fachada. Y, sobre todo, cómo serán los relacionamientos entre el Ejecutivo y el Congreso en la legislatura que se viene a partir del 20 de julio, en la que el gobierno tiene fincadas sus esperanzas para sacar adelante aspectos claves de su política neoliberal en materia tributaria, agraria, minera, pensional, entre otros. Más allá de ello, todo este espectáculo llama a otra reflexión. Se trata de la necesidad de producir el cambio político que permita emprender las transformaciones estructurales económicas, políticas, sociales y culturales que requiere el país. Y eso pasa, desde luego, por el entendimiento de la política, de la acción política, y por el examen de las condiciones y posibilidades en el campo popular.

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